martes, 25 de marzo de 2008

Pequeños Guerreros...

No es que vaya a hablar del talento de los bases de los Warriors, sino de ese tipo de jugadores, generalmente tapados, que realizan el trabajo sucio que ninguna estrella hace. La mayoría de estos pequeños guerreros fueron en su día, elegidos al final del draft y casi nadie apostó por ellos, pero, incansables, como su trabajo diario, estos jugadores supieron tener la calma suficiente y esperar su momento. Ahora muchos de ellos son imprescindibles en sus equipos y se encuentran felices sabiendo que son importantes en el lugar en el que están.

Seguramente, la mayor parte de estos jugadores han sido criticados o menospreciados por su escasa calidad, pero, ante la especialización de la NBA, ellos tienen su hábitat natural: la zona.

El más claro ejemplo de estos guerreros es sin ninguna duda: Ronny Turiaf. El francés de los Lakers, el hombre feliz por excelencia. Nadie duda de que Turiaf no pinte nada en ataque, ni que ni siquiera tiene un tiro aceptable, pero, nadie tampoco duda que, Turiaf es uno de esos jugadores que contagian al resto, que lucha cada balón, que rinde siempre, que es un guerrero. A lo mejor el hecho de haber sido operado del corazón sea algo que juegue a su favor y que le haga ver la vida de otra manera. Ver la vida como un luchador.

Otro ejemplo evidente es Reggie Evans. Un jugador que apenas llega a los dos metros, que no tira fuera de la zona y que no mete más una ni en una piscina, pero que, siempre, esté donde esté, va a jugar y a disfrutar como si fuera la primera vez. Primero en Seattle, luego fue Denver y ahora es Philadelphia. Por cada lugar, en cada vestuario que ha estado, el bueno de Reggie siempre dio la talla. Además, siempre nos quedara para el recuerdo su partido con 0 puntos y 20 rebotes, a lo que el dijo que cogía tantos rebotes porque tenía una niña pequeña que cuidar. Un crack.

Los herederos de los generales Turiaf y Evans vienen pegando fuerte. Por encima de todos, hay tres hombres aventajados. Ellos son: Chuck Hayes, Paul Milsap y Anderson Varejao. Estos, son tres jugadores jóvenes que apenas anotan; solo Varejao lo hace regularmente; y sin embargo, son muy importantes para sus franquicias. Sabedores de su rol, lo ejecutan a la perfección. Ninguno acapara los focos por sus grandes noches, ni por sus premios, ni siquiera por jugar al lado de estrellas de la liga. Son los guardaespaldas de Yao, Boozer e Illgauskas. Los que recogen la basura, los que defienden al poste anotador de turno o los que se llevan los peores golpes saltando hacia la grada.

Ninguno tiene un gran contrato, ni seguramente lo tenga, pero lo que siempre tendrán, será el respeto de compañeros y rivales, por su dureza y por su entrega en la pista. Todos ellos, desde Turiaf hasta Milsap, son los herederos de aquellos postes míticos de los 80 y los 90. Quien se ha olvidado de Laimbeer, o de Rodman, o de Rambis. No serán recordados por sus grandes hazañas pero, la grada siempre tendra un buen recuerdo suyo